... Hooolaaa?
Mamiloca abre la puerta despacio, otea un poco al fondo de la alcoba por ver si hay alguien. Pero todo está silencioso, no parece ni que el tiempo pase por aquí apenas, todo está como siempre, sin moverse. Las cortinas parecen detenidas en la mitad de su viaje en pos de la brisa que entró de madrugada, quietas, como en una fotografía.
El péndulo del reloj se quedó parado formando un ángulo de 45 grados con la vertical, sin ganas de desplazarse ni un milímetro más, como esperando.
Pero Mamiloca recuerda de pronto que si ella no está, todo permanece así. Porque si ella no está, simplemente la alcoba no tiene razón de ser. No existe...
Qué horror! piensa Mamiloca, estas pobres paredes, que no acaricia ni un rayo de sol!
Y se dio cuenta que no había nada que hacer. Que si ella no podía venir por aquí, porque estaba inmersa en su otro mundo, muy ocupada, así habría de ser.
Después, cuando diera la vuelta a esa esquina tan larga, cuando consiguiera pasar por alto todos los escollos, entonces tendría tiempo de cuidar y mimar este cuarto mágico. Más adelante.
Puso las flores que había traído en un jarrón que había encima del piano, con mucho cuidado, oliéndolas bien profundo antes de sumergirlas en el agua. Fue hacia el escritorio y tomó una hoja amarillenta del escritorio y una pluma que introdujo en el tintero, muy tiesa ella. Y dejó una nota
escrita con una caligrafía cuidada y deliciosa, como se merecía la ocasión.
A todos los que se pasen por aquí y vean esta quietud, no se pongan tristes por mí, y sepan que aunque no me vean, estoy aquí de algún modo, y que les tengo mucho cariño. Todo.
Escondida en el olor de las flores, en el vuelo de la cortina, en mil jirones y soñando y volviendo, estoy, estoy.
Os dejo un beso en el pétalo más rojo y más suave de esta rosa.
Escondida en el olor de las flores, en el vuelo de la cortina, en mil jirones y soñando y volviendo, estoy, estoy.
Os dejo un beso en el pétalo más rojo y más suave de esta rosa.